La introducción de alimentos y entender esta rutina como algo positivo es todo un reto a conseguir en muchos casos durante la primera infancia. Tratarlo desde una mirada respetuosa es clave para fomentar una rutina más saludable.
Trabajar la alimentación desde una mirada positiva y respetuosa no es tarea fácil
La alimentación es una necesidad básica que muchas veces supone un cierto esfuerzo por parte de madres y padres para conseguir que se instauren unos hábitos y rutinas beneficiosos para sus hijos/as. Situaciones en las que los peques que no quieren comer sólido, no quieren comer triturado o incluso parece que directamente “no quieran comer”, no son situaciones aisladas. Para poder introducir los alimentos y trabajar esta necesidad desde una perspectiva respetuosa y positiva, son los cuidadores los que deben partir de una mirada basada en los siguientes puntos:
- Evolución: entender en primer lugar la edad evolutiva (y no sólo biológica) de nuestros hijos/as. Entender sus necesidades y lo que es capaz de hacer, entender o asumir. Esto quiere decir también a nivel físico. ¿Cómo podemos contribuir a que esta evolución sea respaldada por nosotros? Por ejemplo, disponiendo de una trona que tenga en cuenta esta etapa. Tronas evolutivas que respeten la postura de los pequeños y que además le permitan tener cierta comodidad como los pies apoyados y cierta cercanía a la mesa, ayudan a que este hábito se consolide de una forma más óptima, ergonómica y positiva.
- Autonomía: es importante que tu hijo/a se sienta partícipe de algún modo durante todo este proceso. Por eso, utilizar utensilios pensados para que pueda explorar y experimentar con los alimentos, beneficia el permitirle aprender nuevas acciones o movimientos. Utilizar platos con ventosa o dispensadores de snacks, les permite ser parte de esta rutina sin “poner en riesgo” la vajilla o estar preocupados por si el plato va directamente al suelo.
- Naturalidad: gestionar este momento desde la absoluta naturalidad y tranquilidad. Esto tiene que ver con el punto anterior, permítele experimentar, tocar y por ende, mancharse. ¡No pasa nada! Comer es un acto natural y el mancharse, incluso en los adultos, también ocurre. Para una mayor tranquilidad de este momento diario, puedes utilizar baberos que cubran sus mangas con los que pueda sentirse cómodo/a sin tener que estar pendientes de posibles manchas de comida.
- Atráele: haz que ese momento forme parte de algo divertido o cercano para él/ella. Aprovecha y utiliza vajillas o utensilios que puedan parecerles atractivos: con dibujos, con muñecos o con colores que le guste. Déjale elegir el plato en el que vaya a comer, haz que lo sienta suyo.
- Afectividad: quizás este punto “no debería ser necesario” incluirlo puesto que se trata de una evidencia, pero creo que remarcarlo es esencial. La afectividad es algo esencial las 24 horas, sin descanso. A veces el momento de la comida, la cena… se convierten en momentos tensos o incluso un “suplicio” en algunas familias. Esto provoca que muchas veces el ambiente no sea del todo afectuoso y los nervios sean los que dominan la situación. Por ello, respira, paciencia y calma. Trata de entenderle y mirar la situación desde su perspectiva. No te olvides de felicitar sus pequeños logros, de animarle y de ser también ejemplo. Si puedes, come con él/ella. Si no, acompáñale, muéstrate presente, activo y ante todo, siempre favoreciendo vuestro vínculo.
Sin duda la introducción de alimentos y la gestión de esta rutina (como en todas), no es tarea fácil. Recuerda que cualquier pequeño paso, cualquier pequeño logro, cualquier avance es algo que celebrar y no pasar por alto. A pesar del esfuerzo que requiere instaurar unos hábitos basados en una perspectiva positiva y respetuosa, los beneficios no tienen precio.